martes, 25 de enero de 2011

Pedro A. González Moreno: Anaqueles sin dueño, donde la belleza y el horror se hermanan.




Pedro A González Moreno (Calzada de Calatrava, 1960) ha escrito un libro literario que, sin embargo, es tan verdadero como terrible, un libro que ha sido merecedor del Premio Alfons el Magmánim “Valencia” de poesía en castellano, editado por Hiperión a finales de otoño de 2010, un libro que se abre con la desasosegante cita de Virgilio: La única salvación para los vencidos es no esperar ninguna salvación. Un libro circular que termina con el mismo verso que se inicia: Entre mis libros / en ese frío reino del desorden / que son los, libros de mi casa –¿Cuándo pudo ordenarse el reino del dolor? – (… ) y concluye: como una herida abierta / entre mis libros.


Principio y final unidos por las mismas palabras, cerrado círculo del que, su autor, parece querer decirnos que, entrado ya en él, es difícil salir; pero no porque González Moreno pretenda colocarse una soga al cuello o saltar al vacío o….. No, se trata, en todo caso, –según palabras del autor– de un suicidio poético. O sea, un libro terminal, estética y temáticamente hablando. (…) El prólogo y el epílogo -ambos en cursivas y en primera persona- son o pretenden ser como una especie de marco que abre y cierra estructuralmente el conjunto.

Esto mismo solía hacer José Hierro en sus libros. Los iniciaba con un poema-prólogo en cursiva para señalar sus intenciones y el camino de su poesía en el libro que el lector comenzaba a leer. Pienso que, por esa misma razón, el autor nos dice de entrada: pero entre todas esas baldas vivas / hay una, abarquillada, que cruje con sonido / de carne y que rezuma / no sé si tinta fresca, resina o sangre, o sólo / gotas de rabia y desconsuelo.



En Anaqueles sin dueño aborda González Moreno el suicido de unos cuantos poetas que, en sus libros, habitan las estanterías de su biblioteca, le parece que son Bellos cadáveres que escupen sangre / y miedo, escupen rabia, huéspedes / que se han apoderado de un espacio vacío. Estos bellos cadáveres que, por sus propios deseos, cometieron suicidio. Este es el término con que el abate François Desfontaines lo definió en 1735. Desordenadamente –nunca pudo / el dolor ordenarse –van y vienen, tropiezan / con sus sombras, no saben todavía / que ya la muerte no podrá matarles.


Pero ¿Qué conduce al suicidio y por qué? El sociólogo francés Émile Durkheim en su obra El suicidio (1897), viene a señalar que son fenómenos individuales que responden esencialmente a causas sociales. Por tanto el suicidio sería un hecho social. González Moreno, tal vez, por esto, nos dice que son los que, debido a un sentimiento de posible desaliento, de derrota, con las hebras del fracaso / se tejieron su soga


El poeta Francisco Caro, en relación a estos Anaqueles sin dueño y su temática ha dicho: Hay que reconocerlo, son atractivos. (…) Todo se vuelve más transcendente.(…) sus silencios son frío.(…) Se nos hacen sombras imprescindibles, a posteriori, claro. (…) Anaqueles sin dueño es un libro del que los poetas-suicidas se han apoderado. Ellos, pero no sus voces, porque es Pedro A. González Moreno quien impone a los habitantes de sus baldas su compasivamente rigurosa forma de contar. Su forma de sentirlos vivos y suyos, de sentirse compañero y acompañado. El poeta –dice Caro – procura situarse, en su derrota, la de ellos. Tal vez esa derrota que pretendieron suturar con puentes / el hondo precipicio / que hay entre la belleza o la locura.



Todo aquello que nos ha hecho sentir González Moreno en sus anteriores libros desde aquel primero Señales de ceniza: el tiempo, el amor, el olvido, la transcendencia, lo destruido, lo contemplado, el despertar de aquello que perdimos... nos hace recordar Pentagramas de silencio, que era refugio en la distancia y el tiempo, ese tiempo que nos intuye y nos hace, mientras que nos alojó luego en El desván sumergido,


o nos va destruyendo, deshaciendo lenta, silenciosamente hasta que nos lleva a un Calendario de sombras, donde este autor nos acercó los fantasmas del tiempo, del amor, entre una realidad vivida y no vivida, con una emocionada y desamparada reflexión sobre el dolor y lo desposeído a través de la materia de los sueños que es la memoria..



El tiempo, ese tiempo que nos intuye primero, luego nos conforma y, tras hacernos, nos deshace, nos lo ha mostrado, muy certeramente, Pedro A González Moreno en La Erosión y las formas, un volumen que recogía parte de su poesía anterior, una recopilación de poemas que fue cubriéndonos de iluminada luz, para hacernos comprender “que las sombras son carne de otra memoria” y para decirnos que en el archivo que almacena en nosotros algo que ya no existe, el eco de la ausencia que un día fue tangible...”la memoria / dejó impresos sus blancos pentagramas / para que fuesen en ellos escribiendo la carne / su poema, su miedo, su dolor, su elegía”.



Y todo esto, desde un laberinto de hojas arrancadas al tiempo de la vida y los sueños, desde las sombras de este ahora de ausencia y desamparo, “de quien anda poniendo, por todas las esquinas / fecha al amor y nombre al desengaño”, nos lleva a este nuevo libro donde el poeta, hace literatura de la vida y, con su voz, da voz a unos cuantos poetas cuyo nexo común es el suicido. Una voz, la de Pedro A González Moreno, poéticamente sabia y humanamente misericordiosa, ofreciéndonos, porque los intuye así, su dolor, la agonía, la incertidumbre, la rabia, su rebelarse contra lo establecido, su impotencia frente a lo no deseado, su desorden, su miedo, su búsqueda, el fervor y la duda, su desasosiego, su locura, la diferencia frente a los otros…
(Recordemos que en sociedades donde la sacralidad es la cosmovisión vigente, este comportamiento se rechaza ya que al hombre no se le permite modificar su destino)


Intuyendo también su negación de la sociedad, su no integración en ella, su sueño de vida roto o su vida desamparada y sonoramente sola de tal modo que su manera de huir de determinadas situaciones, tal vez consideradas humillantes o dolorosas, pudiera ser el del salto, la soga, la bala… para lograr así escapar de su derrota,aun alcanzando la victoria en la página, de la vida.
(Recordemos también que en algunas culturas el suicidio se ve como una forma honorable de escapar de situaciones dolorosas y humillantes)


Surge aquí pues, de la voz creativa de un poeta cuya cosmovisión nos ha venido ofreciendo su personal mundo de luces y de sombras acompañado del sentir del hombre que, posiblemente, a través de lecturas y /o a través de experiencias quizá cercanas, o tal vez no, ha sentido la compasiva necesidad de mostrarnos la derrota de unos seres que idos ya (bien por honorabilidad, bien como revulsivo frente a la prohibición de modificar su destino, bien por las llamadas causas sociales o bien por trastornos anímico-depresivos o por deseo de liberación…), nos recuerdan que el suicidio ha estado siempre ligado a la humanidad y sus costumbres y, también, que viven en sus poemas y, en ocasiones, hacen que otros vivan y sientan con sus poemas: Escucho los crujidos / de la madera, un roce / de páginas pisadas / y noto que es mi carne la que cruje / bajo el peso de tanto desconsuelo.


No voy a negar mi gusto por toda la poesía de González Moreno, y os aseguro que Anaqueles sin dueño es un buen libro donde la belleza y el horror se hermanan y nos muestran sus más hermosas máscaras visibles. con la la voz personal de un poeta que sigue fiel a sí mismo incluso en una temática tan diferente, tan literaria, como es ésta. Disfrutadlo amigos.

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